domingo, 22 de agosto de 2010

Contrastes


Hay veces, situaciones, que hacen que me arrepiente de haber emigrado. Esta es una de ellas.

Después de tantas cosas buenas, de desafíos cumplidos, de viajes maravillosos me vino un palazo. A mi y a toda mi familia de Argentina. La pérdida de una persona muy querida nos ha golpeado a todos. Tan de golpe, tan de repente. Una de las personas más alegres, más maravillosas que tuve la suerte de tener por familia se fue para siempre. Una maldita enfermedad se la llevó, y me duele tanto que no he querido ni escribir.

Digo que me arrepiento porque no estoy cerca de todos los que sufren por la pérdida y también por un sentimiento egoísta, porque necesitaría de ellos.

No es que mis amigos de aquí y mi familia de aquí pasen de mí, al contrarío. Pero soy yo la que necesita estar cerca.

Me quedaré con sus buenos recuerdos, con lo bien que lo pasamos cuando vino a visitarme acá a Madrid, de la alegría que irradiaba, de la amistad que la unía a mi mamá, de lo cerca que estaba de mi papá. Me quedaré con la alegría que me ha dejado. Aunque como diría Fito Paéz “nada nos deja más en soledad, que la alegría si se va”.