Estar sola tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Como me dijo alguien, es una cura de humildad. De pronto tienes que hacer lazos con lo que hay a mano, y te encuentras con muchas cosas. O sigues sintiéndote sola. O aparecen sentimientos realmente sorprendentes.
Lo que mas jode es no manejar el idioma. Por suerte tiene cierto parecido, aunque con el dialecto este del sur a veces es imposible entender algo. Pero me está costando sobre todo a la hora de salir despreocupadamente como me ocurriría en Madrid o España en general. En el trabajo, a veces es difícil captar las cosas, por esto justamente. Y me ha dado algún que otro disgusto.
En las salidas, las pocas que hago, evito hablar si no me hecho un “mini disurso” antes. No es que me haga un dialogo a estudiar, pero si tengo que preguntar algo, debo pensarlo (debo pensare…me han corregido, es "devo") antes.
El haberme despegado ya de mi tierra antes hace las cosas un pelín más facil, porque ya sabés un poco lo que es estar de prestado. Pero ahora, y como ya he comentado, soy una española en esta tierra. La verdad es que me identifico como tal, porque sino también es un rollo explicar todo. Además, en parte es así. Acá me doy cuenta de que mi vida diaria está en Madrid, y la extraño. Yo no se muy bien qué extraño…
Tengo una familia debajo de mi balcón que se reúne todas las noches a hablar y ahora mismo el niño que está con ello me está taladrando los tímpanos. De paso me acompaña Calamaro con Los Rodriguez.
Lo que más extraño es (a parte de mi marido) el hecho de poder salir sola sin que la curiosidad de la gente (y sobre todo de los hombres) me haga sentir incomoda. Lo que menos extraño es la comida. Lo que me está salvando es mi compu!!!!
“Italia is diferent” y más lo parece este sur que hoy me acoge.